Con toda la sofisticación de la F-1 y los miles de millones que se mueven a su alrededor, al final Briatore se fiaba más de un amuleto chino de la buena suerte. Ni millones de euros, ni decenas de ingenieros, ni mecánicos de prestigio, ni telemetría, informática o cibernética... Flavio llevaba su colgante en el bolsillo, arrugado pero siempre presente.<img src="http://feeds.marca.com/~r/marca/formula1/~4/30489218"/>

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